clasismo, internacionalismo, socialismo

“Algo debe cambiar y la vía no se encuentra trazada por un desarrollo dentro de los marcos que nos ofrece el capitalismo. Ningún desarrollo en este marco garantizará las necesidades de los millones de niños, mujeres y hombres de América. Ninguna inteligente acción desarrollista-nacionalista que no ponga en juego la cuestión del poder para la clase obrera y el pueblo y la sustitución del capitalismo por el socialismo, garantizará esas necesidades.”

jueves, 7 de octubre de 2010

8 de Octubre

Cuántas marchas
debemos caminar
para entender
que todo está más lejos.

Cuántos discursos
tenemos que decir
para entender
que son sólo palabras.

Cuántos ensayos
habremos de escribir
para entender
que la teoría no alcanza.

Mientras tanto, en la plaza,
mis hermanos y los tuyos
duermen con sus perros
sobre el suelo bajo el cielo.

En las esquinas los niños,
mis hijos y los tuyos,
hacen juegos malabares
por sonrisas ausentes y monedas.

En los montes ardidos,
mis hermanos y los tuyos
arquean la espalda
por un hambre segura e infinita.

En los arrozales infames
mis hermanos y los tuyos
hunden las piernas hasta el alma
de la oligarca patria inmaculada.

En la periferia de cartones y hojalata
mis hermanos y los tuyos
viven en un margen satisfecho;
colgados, conectados, olvidados.

En la escasa fábrica reliquia
mis hermanos y los tuyos
marcan tarjeta a diario
y son agujas que caminan ciegas.

Cuando la ortodoxia es una puta hereje
y la doctrina es una mercancía
siempre resucita algún cadáver
y nos invita a reinventar lo viejo.

Entonces rescatan un afiche ajado,
una foto sepia, una escarapela
e improvisan urgentes encuentros sin cabezas
simulando debates con la boina vacía.


Y te llaman Che faltándote el respeto
y te dicen Ernesto los que no te conocen
y te nombran comandante los que no te sienten
y todos te invocan aunque no te aman.

Mientras tanto, por ahora,
yo sólo escribo, Guevara, y te digo:
perdonanos porque nada hacemos por nosotros
y ese sí sería un homenaje serio.

Arderán facsímiles banderas imperiales,
se volcarán lejanas vallas;
tal vez alguna piedra llegará a destino
aunque estas no alcanzan y tampoco las proclamas.

Guevaristas somos todos.
El presidente, el diputado, el policía;
el estudiante, el jubilado, el proletario;
el funcionario, el lumpen y el cadete.

Guevarismo posmoderno y aggiornado
de twitter, facebook, web y blog;
de remera, barra brava y rock and roll
sin Galand, sin FAL, sin AK, sin corazón.

Continuamos hilvanando ausencias
y los gerontes renegados pontifican
y los gerontes reciclados pontifican
y los teenagers radicales pontifican.

En esta tierra sólo queda escombro,
algún madero viejo, casi nada en pie;
quizá alguna memoria resistente
maniatada por mentiras asumidas.

El ego va delante, atrás la gente;
el movimiento es centro de un agujero negro
y todos acudimos a la gimnasia autista
de la convocatoria en fecha repetida.

Ocho de octubre vicario sonsonete,
recitado mantra mentiroso.
Guevara, te moriste, te mataron;
te matamos a diario entre nosotros.

viernes, 18 de junio de 2010

NOS HACÉS FALTA

Che, Ernesto, hermano;

nos hacés falta.

Como el cielo, la tierra, el agua, el fuego;

tu gesto imprescindible,

animal y humano,

nos muestra qué pequeños

somos sin tus manos.


En Dios confiamos

nos dicen los billetes,

a nosotros que ya no confiamos.

Hay que esperar

nos cuentan;

justo a nosotros,

que no tenemos tiempo.


Que el Che vive

y hasta la victoria;

remeras, insignias, estandartes,

canciones, proclamas encendidas

y hasta este pobre poema deslucido.

Mucho merchandaising,

pocas barricadas.


Son los tiempos que corren,

nos dicen con recato

los que hace rato

corrieron por su vida.

También nos dicen con palabras vacías

que no moriste

y la senda está trazada.


Che, hermano, comandante;

qué saben ellos.

Lo cierto es que te fuiste;

te mataron mil veces.

Te mataron con balas

y luego te asfixiaron

con mitologías.


Quisiéramos decirte

que vivís en nosotros,

que tu lucha es la nuestra,

que seguimos tu ejemplo;

pero de qué vale,

son tan sólo palabras

y vos hablabas poco.


Lo cierto es que hacés falta

saliva, esperma, sangre;

pero también piedra,

fusil, bala.

El hambre lo confirma,

la humillación lo avala;

ah, pero las condiciones…


Si esto fuera teoría

y no poesía llana,

diríamos que lo objetivo

y lo subjetivo mandan;

dialéctica evasiva para no dar la cara.

Pero rompe los ojos Che,

nos hacés falta.


Che, compañero, amigo,

somos muy pocos

y hablamos demasiado.

¿Qué separa a la bestia

de ese hombre

que fructifica a pesar de todo?

Los hechos quizá, los compromisos.


Sólo un defecto tuviste, ser inmenso.

Desde tu humanidad

escasos nos dejaste.

¿Qué hacer? decimos,

y sólo preguntamos;

cuando se trata

de todo lo contrario.


Podríamos decirte que te idolatramos

y te haríamos más daño.

Tampoco se trata de creer en dioses;

al fin y al cabo es lo que desean

quienes te entierran mañana y hoy

con salmos parodiados,

haciéndote quimera.


Sin embargo tampoco sos arena,

tu figura es roca, singular,

eterna.

Quisiéramos tenerte Che,

tocarte, pero es mentira.

Nada es posible a no ser

la lucha.


Che, no hay como llamarte;

las palabras son chicas

o sobran hasta hartarte.

Aquí me quedo, total.

Son tantos poemas los que te han escrito.

Quizá sólo te digo:

nos hacés falta.

QUINO

APUNTES en relación con la vigencia estratégica de la praxis «GUEVARISTA».

El revolucionario y la organización

Preámbulo y puntualizaciones.

ochenta y DOS años han transcurrido desde el nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna y cuarenta y dos años nos separan de su caída en combate; a casi una década de comenzado el tercer milenio algunas cuestiones fundamentales y relativas a la cuestión social están pendientes. La abolición de las estructuras que posibilitan la explotación del hombre por el hombre es una cuestión no saldada; la vigencia de la praxis de Ernesto Guevara es un tema necesario en su abordaje, más allá de la parafernalia evasiva de compromisos y la recurrente actividad apologística, necesaria y justa, aunque, en demasía, carente de perspectiva de cara a la construcción de una estrategia por la revolución y la construcción de un poder de los pueblos en América Latina.

No concebimos que pueda analizarse el corpus de la praxis guevarista de manera aislada de la convicción en la necesidad de la organización revolucionaria; no concebimos que pueda afirmarse como vigente la metodología guevarista relativizando a ultranza la necesidad de una organización de vanguardia y de combate adaptada a todas las formas de lucha y que tenga la cuestión del poder y la necesidad de unas relaciones de producción socialistas como el objetivo estratégico. Desde estas afirmaciones estructuraremos la presente aproximación a la figura de Guevara y su accionar revolucionario a lo largo de su lucha y a lo ancho del planeta.

Objetividad y subjetividad; dialéctica de una clave a resolver de manera revolucionaria.

Nuestra comarca y el continente todo, desde su esencia indo-afro-americana, se encuentran, hoy, ahora, en una situación de explotación y expoliación de los recursos naturales y humanos a escala nunca vista; el tiempo histórico que recorrió Guevara mostraba una relación entre lo económico, lo social y lo político de características particularísimas aunque evidentes para los ojos menos advertidos. La década del cincuenta y el sesenta presentaban para América Latina rasgos de ausencia o deterioro de los regímenes políticos burgueses democráticos y una evidente y grosera intervención del imperialismo norteamericano desde la gestión y presencia intervencionista de las empresas yanquis, las embajadas monitoreadas y dirigidas por el departamento de Estado y la omnipresencia de los marines. Hoy y desde la restauración de las formas institucionales de dominación de clase a partir de mediados de los ochenta y en relación con la elaboración teórico-estratégica de carácter proactivo del imperio militar mundial en el marco de los documentos de Santa Fe, no siempre resulta tan obvio (para los ojos de las grandes masas de explotados objetivos) el carácter irracional e injusto de las formas de dominación económica, alienación social y sujeción política que posibilita, desarrolla y acrecienta el actual estado de interrelacionamiento de los regímenes en el continente con la administración norteamericana asentada en Washington pero presente en cada realidad particular. Las formas capitalistas y dependientes que se estructuran desde las economías del continente, junto con las relaciones sociales y la superestructura política, jurídica y cultural predominantes muestran, mal que nos pese, una gigantesca exacerbación de la explotación y una aparente atenuación del conflicto político; esto en la medida que quiera evadirse el hecho de que lo político es lo económico sublimado. La continuación de lo político a otros niveles debería ser el elemento a debatir entre quienes perfilamos a Guevara y su estrategia como paradigmas revolucionarios vigentes en este milenio en ciernes.

En esta línea de razonamiento, y desde la afirmación de la necesidad de generar una ofensiva contra el sistema, es que deseamos e intentaremos analizar algunas rasgos fundamentales de la praxis revolucionaria guevarista, sin desatender algunos aspectos anclados en lo teórico, en lo económico y en lo político; claro está que, tratándose de Guevara, no podremos dejar de visualizar algunas cuestiones desde el punto de vista político-militar. Por estos motivos nos planteamos «repensar» al Che.

¿Contrahegemonía o guerra al sistema?

En esta hora de marcado reflujo, de elucubraciones tendientes a retardar los compromisos, a evadir las responsabilidades y a encubrir insuficiencias, cabe expresar que Ernesto Guevara fue, “confesamente”, un materialista dialéctico. Este cuerpo teórico práctico, herramienta científica de análisis y guía para la acción, ha demostrado a lo largo del desarrollo histórico estar dotado de un potencial inigualable e insuperado en la perspectiva de vertebrar la acción revolucionaria. Hoy día resulta prácticamente imposible negar a Guevara en su estatura de revolucionario, en su capacidad de afrontar los hechos, en su capacidad para –creativamente- abordar problemas complejos a la hora de construir el socialismo y, por cierto, a la hora de ser fiel a las convicciones y poner el pellejo detrás de las palabras. Muchas veces, intencionadamente o de manera idealista, se pretende encubrir o minimizar la importancia cardinal de la convicción ideológica de Guevara, la cual es –a no dudarlo- elemento imprescindible como marco y soporte de su trayectoria. Esta trayectoria está perfilada, sustentada, marcada e impulsada por el pensamiento crítico que proviene (y queremos expresarlo una vez más) del materialesmo dialéctico

No se puede ser ajeno a este hecho a la hora de ver en el Che el arquetipo del revolucionario; no se puede dar la espalda a esta teoría a la hora de elaborar la estrategia de la revolución en nuestras tierras; no se trata de reivindicar vanguardismos, perfiles o matices ni se necesita buscar el ángulo de abordaje desde “ismos” que maticen su postura, su palabra y su acción. No se trata de ser más o menos revolucionario, más o menos leninista, más o menos anarquista, más o menos guevarista.

La cuestión radica en ceñirse a lo dialéctico y aplicarlo al análisis concreto de la situación concreta aceptando y comprendiendo los núcleos “duros” de desarrollo de esta doctrina.

Hoy, cuando se perfilan nuevos ideólogos que “pretenden” alejarse de posiciones revisionistas, observamos que se tejen argucias y se argumentan dicotomías desde presuntos reacomodos pretendidamente teóricos e historiográficos que intentan (aunque claro está, no pueden expresarlo explícitamente) negar la necesidad de la organización, de la violencia revolucionaria, del poder popular y de la necesidad de pautar la lucha por el objetivo socialista asumiendo la generalidad de estos aspectos centrales (ya no de la teoría) de la praxis revolucionaria histórico concreta.

Heterodoxia de la ortodoxia

A la hora de renunciar al posicionamiento revolucionario, los amables teóricos, los hurgadores de bibliotecas y los exhumadores de fracasos tienen siempre a la mano un párrafo excepcional, un argumento brillante, una tesis sostenida por la pureza de los laboratorios. Estas imposturas, infalibles en el terreno de la academia, resbalan por el más gelatinoso de los marasmos a la hora de enfrentar la gris, cruda y vulgar tarea de organizar “la revuelta”.

El cuerpo del pensamiento revolucionario a esta altura del siglo XXI se ha confrontado con la realidad de los triunfos y las derrotas; de los hallazgos y las comprobaciones; de las dudas y las certezas; de las particularidades y las generalidades.

«Dialéctica de la naturaleza», «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», «Miseria de la filosofía», «El capital», «El imperialismo, fase superior del capitalismo», «El qué hacer» o «El Estado y la revolución» «Guerra de guerrillas». «Táctica y estrategia», por citar algunos de los textos imprescindibles parecen ser hoy, para algunos aprendices de brujo devenidos en “neo teóricos”, objetos en desuso, vulgaridades del esquematismo revolucionario o piezas de biblioteca.

Está en boga en esta etapa renegar de la revolución en base a un pragmatismo reformista de vuelo ramplón; no nos preocupa, de alguna manera es una forma consecuente (aunque no confesa) del posicionamiento pequeño burgués. Hay sí, y esta forma nos alarma, otra manera de posicionarse en el marco de la lucha de clases en la hora actual. Se convoca, desde diversas vertientes del pensamiento izquierdista y desde diferentes corrientes a nivel internacional o nacional, a posicionarse en orgánicas que reniegan del compromiso de clase, o de la necesidad de la organización política, o de la necesidad de estructuras centralistas y democráticas. Al mismo tiempo se proclama la lucha y se convoca a la pelea. ¿Cómo luchar y desde qué postura de clase? ¿Cómo concentrar el descontento popular sin la herramienta política? ¿Cómo vencer al Estado burgués y su aparato sin una teoría revolucionaria, sin una estrategia, sin táctica y sin organización? Hay quienes proclaman que no se puede; otros proclaman que serán las masas radicalizadas; algunos más profieren que se insurreccionará el pueblo cuando tome conciencia. Los revolucionarios afirmamos que el factor subjetivo de la revolución es la organización revolucionaria.

Vías, métodos y especificidades

Así las cosas cabe preguntarse acerca de la vigencia de la praxis revolucionaria de Ernesto Guevara, acerca del carácter de algunas de sus aportaciones teórico-prácticas en el terreno específico de lo político-militar, en relación con sus trabajos económicos vinculados a la planificación presupuestaria y a sus planteos vinculados a la necesidad de una mayor autonomía del desarrollo económico industrial de la Cuba de los primeros años de revolución. De igual modo cabe preguntarse acerca de la validez de su acción foquista, guerrillerista y militar. Todo análisis objetivo y particular es necesario a la hora de sintetizar y superar dialécticamente las aportaciones de los procesos en los cuales Guevara fue figura destacada.

Lo que nos parece imprescindible y de rigor en tanto revolucionarios es analizar, comprender y aceptar que el Che fue parte de un complejo proceso histórico y social en el que los pueblos y sus organizaciones desarrollaron luchas ancladas en el pensamiento revolucionario a la luz de una teoría, la teoría revolucionaria de la clase obrera, la de la “toma del poder”. Este aspecto, generalidad a considerar en el desarrollo de futuros procesos en nuestro continente, debe ser un elemento clave a atender en cualquier hipótesis seria de trabajo de intención revolucionaria. No es concebible un Guevara desvinculado de un posicionamiento de clase; no es concebible un Guevara disociado de la organización revolucionaria; no es imaginable un Guevara ajeno a las tareas vinculadas con la lucha ideológica, el trabajo organizativo, la planificación estratégica.

QUINO

EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO

Ponencia presentada al Seminario
organizado por Universidad Popular Joaquín Lencina
y Semanario 7/7 los días 22 y 23 de 2006
en el Salón de Actos de la Facultad de Humanidades
en Montevideo, Uruguay.

(versión íntegra)

Apuntes en relación a;
EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO

"Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido." / V. I. Lenin

(tomado del Capítulo VII. EL IMPERIALISMO,
COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO, página 112)
"El imperialismo, fase superior del capitalismo"; se ha tomado el texto de la edición española de las Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Editado después
de haber sido confrontado con la versión china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original ruso de las Obras Completas de Lenin, t. XXII.

Advertencia:
Abordar semejante obra y, a la vez, desde lo parcial y particular respetar la generalidad del espíritu de la misma en la intención de aportar en la línea de visualizar qué tareas debemos emprender en esta etapa, implica, somos concientes, una tarea difícil; lo haremos en el entendido que la urgencia de la hora demanda esfuerzos, aún aquellos para los cuales no estamos preparados.

El Imperialismo post “11/9” y el papel
de la izquierda revolucionaria latinoamericana

Más allá de los verdaderos entretelones del suceso que puso a la opinión pública mundial (una vez más) a merced de la propaganda imperialista, es indudable que existe un antes y un después de la caída de las “Twin Towers”. Desde ese instante, y con el ataque militar a los Talibanes, el imperio recomenzó esta vez una nueva etapa neocolonial de dominación sustentada en la generación de marcos supuestamente jurídicos y apoyada en el poder militar; esta etapa se ha expresado violentamente contra los pueblos del mundo, en una correlación en la cual ya no existe el contrapeso de un sistema socialista y solamente (de manera exigua, inarmónica e insuficiente) es combatida por focos aislados de resistencia enfrentados a la intención hegemónica de la Casa Blanca y el Departamento de Estado y más o menos comprometidos estratégicamente con el socialismo; estos focos, de alguna manera, conforman el difuso polo antagónico al imperio más poderoso y bestial de la historia de la humanidad.

En este estado de situación cabe analizar si es posible desarrollar una estrategia a escala mundial de intención revolucionaria que opere en franco enfrentamiento con la del imperio o si, por el contrario, el camino es conformar regionalmente alternativas de resistencia, de lucha y programas que pongan a los pueblos de pie y en combate abierto contra el enemigo principal y fundamental. De igual modo es necesario, antes de responder cuestiones como la planteada, visualizar si en esta etapa de mundialización y envalentonamiento imperial, no cabe plantearse dar una lucha frontal contra el capitalismo como sistema global, evitando replantear estrategias de liberación en el marco nacional. De las respuestas a estas interrogantes se obtendrán las líneas de trabajo para el desarrollo de las estrategias populares de combate.

APORTAMOS (APOSTAMOS) ALGUNAS IDEAS

Lenin, profundizando la afirmación del acápite, afirma en relación al imperialismo: Como hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición.” [1]

Una vez más los hechos históricos han confirmado los análisis del teórico; pero sucede que el citado teórico analiza científicamente y de manera concreta. En este aspecto cabe entonces considerar qué particularidad presenta el “momento” que el imperialismo nos muestra. Preguntamos: ¿qué grado de descomposición presenta?; ¿la producción de mercancías hoy es un rasgo principal?; la competencia, hoy, ¿cómo se expresa?

El imperialismo, en esta etapa, muestra una preeminencia a escala mundial en la cual todos los países del planeta que se encuentran bajo las formas de producción capitalista o, incluso, precapitalistas y/o dependientes están sujetos directamente a las condicionantes que, desde la “superestructura jurídica global” o desde el poder militar concreto, los Estados Unidos de Norteamérica, imponen. Esta “mundialización” imperialista y norteamericana es tal que Europa en su conjunto y los países asiáticos poderosos económicamente se encuentran supeditados, justamente, a esta política “hegemónica”. En virtud de las propias contradicciones internas (de clase y desarrollo de las relaciones de producción) y de la artificiosa y decadente pomposidad de la sociedad norteamericana, este Estado, fascistizado y militarista, se apresta a controlar al mundo ya no desde las clásicas bases corporativas y monopólicas que señalaba Lenin, sino, de manera apocalíptica, se apresta a enmarcar en una jurisdicción mundial toda jurisdicción regional y nacional y, por tanto, supeditar a niveles de mayor o menor autonomía (según el peso relativo en diversos aspectos de las diferentes naciones o bloques) al resto del planeta. Esta brutalidad es clara señal del agotamiento ya no de la fase sino del sistema; empero, estas señales, lejos de indicar una pronta resolución mecánica de las contradicciones a favor de los “desarrollos nacionales” o de las fuerzas del trabajo, nos alertan de la inminencia de situaciones de conflicto y de guerra a niveles crecientes y de tendencia a generalizarse. Creemos que América Latina y Medio Oriente son dos polos que expresarán antagonismos tremendos con la estrategia mundializadora del Pentágono y, por lo tanto, las hipótesis de confrontación violenta son las más probables o quizá las únicas. Cabe sí, considerar particularmente -en función de rasgos específicos regionales, locales e históricos-, si estas confrontaciones se expresarán de Estado dependiente a Estado gendarme o desde las resistencias regionales y locales populares hacia los gobiernos y aparatos coercitivos de los países (pueblos) explotados. En algunos casos, creemos que las formas se combinarán y esto se dará específicamente en los eslabones menos fuertes de la cadena; en los francamente débiles la segunda opción es la más probable y la que deberán aprovechar las fuerzas liberadoras y revolucionarias clasistas para promover cambios estructurales de perfil socialista. En la primera de las opciones se observarán tendencias propias de los conflictos inter burgueses o, en muchos casos, podrán devenir en conflictos de clase dependiendo de la correlación de fuerzas al interior de cada realidad concreta. Por otra parte, en la segunda de las opciones (la que nos debe interesar particularmente y ejemplificamos en los casos de Venezuela, Bolivia, Haití, Puerto Rico) es imprescindible comprender que estos conflictos son, esencialmente, de una potencialidad revolucionaria magnífica y, desde nuestra visión y posicionamiento de clase, estos conflictos deberán articularse regionalmente en una dirección liberadora y socialista, ya no en la vieja tesis de “liberación nacional”, concepto ambiguo, “inocuo” y que las burguesías nacionales y las pequeño burguesías latinoamericanas de estas economías deformes y dependientes han utilizado siempre como alternativa de sobrevivencia del sistema y por ende, de permanencia y reacomodo de sí mismas. Todo conflicto contra el imperio, en esta etapa mundializadora, debe articularse desde una perspectiva revolucionaria que ponga en el orden del día la construcción de una sociedad socialista, más allá del grado de deformación y retraso que existan en las bases materiales y en las relaciones de producción. En el caso particular de nuestra comarca y la región inmediata, estas bases y las riquezas de materias primas y recursos naturales son tales, sumado al grado de desarrollo de las formas políticas democrático-burguesas que, plantearse o replantearse estrategias de liberación nacional significaría, en esta etapa concreta, una vacilación histórica.

Afirmamos que estamos en condiciones, en la sub región y en la región, de establecer estrategias por el poder en función de una visión clasista y desde la perspectiva de la construcción de economías proto-socialistas aún en los casos de menor desarrollo de las condiciones materiales básicas indispensables. La clave para esto es repensar, desde una perspectiva de Federación Americana, la estrategia continental para articular las luchas tácticas regionales y locales (desiguales y combinadas) y, de igual manera, desarrollar gérmenes de poder y de relaciones de producción no capitalistas a partir de las geografías y experiencias históricas de nuestros pueblos. Un socialismo sustentado en el aprendizaje de las luchas históricas contra los viejos imperialismos parirá la victoria contra el imperio mundializador. Si el imperio mundializa, la lucha debe mundializarse y nuestra tarea es regionalizarla. La cuestión de generar dos, tres, cuatro Vietnam hoy debe leerse en clave de crear focos antimperialistas en América que propicien a escala continental una misma lucha contra el capitalismo. Sólo llevando adelante esta tarea salvaguardaremos la resistencia en Irak; evitaremos una escalada contra Irán; defenderemos a Cuba, preservaremos el desarrollo del proceso Bolivariano y empujaremos las luchas en Colombia, Bolivia, etc. Las tareas centrales de nuestra acción en tanto pueblo de un pequeño Estado peón del imperio debe ser el de favorecer la estrategia regional; la manera concreta y óptima de ejercer este trabajo es, desde la táctica, vertebrar una lucha que cuestione, a la vez, el papel del gobierno y su rol pro imperial. De esta manera, simultáneamente desarrollaremos dos tácticas, una regional de carácter federal y liberadora y una local anticapitalista que, en virtud del desarrollo de las contradicciones y el proceso, deberemos propiciar en un devenir ascendente que posibilite un desencadenamiento revolucionario. Estamos inclinados a pensar (y deseamos promoverlo) que estos procesos llevarán a la disolución de las viejas formas nacionales históricas de nuestros Estados; por ello es que deberemos, desde el primer momento, propender a desarrollar redes múltiples populares y extranacionales clasistas de lucha contra el imperio y vínculos de construcción orgánica, social-política, que posibiliten gérmenes de unidad a partir de estrategias y programas, más allá de las hipnotizantes convenciones del Estado nacional burgués y (necesariamente) pro-imperialista.

DEL IMPERIALISMO MONOPOLISTA AL “NEO IMPERIO” MILITARISTA

En el umbral del siglo y a la luz del agotamiento del sistema capitalista, que es también y de igual manera -producto de su irracionalidad- el agotamiento de los recursos energéticos, naturales y ambientales, cabe comprender que todo proyecto de desarrollo sustentable, racional y armónico debe ser concebido desde una visión abarcativa que se sustente a escala planetaria y se enmarque en políticas de desarrollo que se apoyen en el único factor de cambio real que permanece visible. Este factor es la fuerza de trabajo y esta fuerza debe potenciarse en unas relaciones de producción socialistas ajustadas a la actual situación de deterioro del ecosistema. Significa esto que enfrentamos, al menos, dos problemas de magnitud gigantesca.

El primero es obvio y se evidencia en la terminalidad de la fase imperialista, terminalidad que definimos como “mundializadora-militarista” y que nos coloca ante la contradicción “socialismo o muerte”. Significa esto que: de no lograr enfrentar y vencer al imperio, al capital y a su escalada guerrerista, el desenlace es fatal. Este desenlace a corto plazo se llamará sometimiento, neocolonialismo, extinción de soberanía y desaparición de pueblos enteros. Al largo plazo (no tan largo en términos históricos) el fatal desenlace se expresará en el agotamiento del planeta, de sus recursos, en la existencia de regiones de condiciones infrahumanas de habitabilidad y en una marginalidad a escala mundial jamás concebida, donde una “supra-élite” dominará desde un gobierno mundial virtual cobijado en un “oasis” a salvo del deterioro creciente del planeta.

Esta visión, como expresáramos líneas atrás, apocalíptica, desgraciadamente está lejos de ser fantasiosa. El cambio climático, la deforestación, el debilitamiento de la capa de ozono, el agotamiento de los hidrocarburos, la creciente falta de agua dulce en vastas regiones del planeta, la polución gigantesca de la atmósfera, la degeneración genética provocada en vastas especies vegetales y animales, la profusión de nuevos virus y bacterias que amenazan la integridad de la salud humana, demuestran (junto con la miseria y marginalidad creciente de centenares de millones de seres) que, lejos de lo que se ha intentado expresar desde la propaganda pornográfica imperialista, el sistema que ha probado su imposibilidad y su fracaso es el capitalista. Este capitalismo y cualquier capitalismo, más allá de la fase, es responsable de lo señalado en este párrafo; seamos claros: no hay salida en el marco capitalista, no es posible revertir el daño, ni desandar el camino, ni regenerar el sistema.
La alternativa es socialista y la aspiración es comunista.

¿QUÉ HACER?

La actual coyuntura, a escala local, nos desafía de manera tremenda aunque nos brinda las pistas para articular las estrategias necesarias para destrabar la situación de inmovilismo en la que se halla el pueblo en esta hora de entrega “progresista”. Estas pistas se sustentan en los aspectos vinculados a la soberanía y la preservación del territorio y sus recursos. Cabe sí, aspecto central, retomar desde el marxismo un discurso y una acción que exprese que la soberanía debe concebirse desde posiciones clasistas y que las cuestiones ambientales no son ajenas a un posicionamiento en tal sentido. Significa esto que desde el artiguismo, desde una visión reivindicativa del programa fundacional de la unidad de la izquierda de los setenta y en la profundización de las aptitudes y actitudes democráticas y autogestionarias desarrolladas en el seno del pueblo se encuentran tres claves a desarrollar en la formulación de un camino de transformación. Pero esta transformación, si es consecuente con la esencia del ideario artiguista, con el profundo sentido antimperialista del programa del 71 y con el potencial organizativo de nuestro pueblo, no puede quedar atrapada en concepciones democrático-burguesas, en intentonas electorales o en perspectivas de liberación nacional. Afirmamos que, en función de la realidad mundial y regional y del grado de desarrollo de nuestra base material es viable pretender una estrategia unitaria de perspectiva socialista y que tenga por objetivo la cuestión del poder para la clase trabajadora. Para esto debe apelarse a esa memoria histórica y al reflejo de clase adormecido por décadas de alejamiento del pensamiento y la acción signada por la teoría revolucionaria. La vigencia del marxismo, la vigencia del leninismo, no han sido cuestionadas por el desarrollo concreto de los procesos históricos. Éstos, pese a lo que se ha pretendido, incluso con la caída del “campo socialista”, confirman la validez del cuerpo teórico que nos han legado los socialistas científicos.

La cuestión central en la hora actual para las fuerzas sociales y políticas de izquierda revolucionaria es desarrollar una estrategia unitaria; para ello, debe darse una necesaria discusión acerca de las vías que, a nuestro modesto entender, no son (no pueden ser) de aproximación. Las vías que deben discutirse y acordarse deben partir de la premisa básica que en la actual fase “mundializadora” el imperio bestial no cederá ni una pieza en el tablero sin dar batalla, no entregará una posición en el terreno sin cobrar víctimas, no regalará sus espacios de influencia y poder sin poner en juego todo los recursos.

Consecuentemente con estas afirmaciones corresponde desarrollar en el seno del pueblo una vasta y profunda alianza antimperialista que perfile el carácter anticapitalista de la lucha. Hoy ya no hay espacio para ser consecuentemente antimperialista sin ser activamente anticapitalista y de igual modo, es imposible concebir que al sistema se lo suplanta con amabilidad y cortesía. Las estrategias regionales y locales por tanto se deben imbricar, deben efectivamente aceitarse mecanismos de acuerdo estratégico, debe perfilarse a partir de la síntesis programática una vanguardia regional colectiva que, en la más amplia autonomía táctica, permita desarrollar luchas que posibiliten pasar de la actual situación de inercia inmovilista a una defensiva táctica de cuestionamiento y en el afianzamiento de los espacios de descontento popular se desarrolle el germen que devenga en capacidad de acción ofensiva táctica, sustentable, sostenible y creciente. Nuestro pueblo es capaz, ya lo ha demostrado; pero lo ha demostrado cuando las organizaciones políticas de vanguardia han estado a la altura del momento histórico.

En consecuencia afirmamos que es menester renunciar a planteos perfilistas, a sobrevivencias grupales o a reacomodos electorales. Ha llegado la hora de la revolución en nuestras tierras, querámoslo o no, es así; el proceso está abierto, el imperio y el “progresismo” nos empujan en ese camino. La tarea para los militantes políticos de esta tierra es discutir las estrategias para hacer la revolución y construir el socialismo. En esa tarea Marx, Engels, Lenin, Mariátegui, Mao, Guevara, tienen un papel central en el aspecto vinculado a la praxis; de igual modo y para no repetir errores de otras experiencias, Artigas, Bolívar, Martí y las culturas de los pueblos indo-americanos deben iluminar esa teoría, la cual, como la arcilla, cobrará forma con las manos del gran artista que es el pueblo irredento, insumiso e incapaz de claudicar.

· [1] (tomado del Capítulo VII. EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO, página 127) Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948.

Alejandro García Ruiz
QUINO

APUNTES EN RELACION CON LA NUEVA ADMINISTRACION FRENTEAMPLISTA

Había una vez un Hipopótamo y un caballo de Troya

La estrategia y la táctica revolucionaria

“En el marco de coyuntura que atraviesa el continente y en relación dialéctica con la necesaria estrategia, visualizamos algunas cuestiones de importancia a atender en lo inmediato y analizamos el “cómo” desarrollar dicha acción en dicho terreno.

Si asumimos que la estrategia consiste en desarrollar una serie de herramientas sociales-políticas para imbricar todas las formas de lucha de manera dialéctica hacia un objetivo final asumimos que: en este sentido no debemos hablar de “tácticas lineales” ni de “tácticas sinuosas” o de otras variantes de dudoso rigor a la luz del análisis de clase. En el desarrollo de los procesos, las contradicciones deben resolverse a partir de la lucha de contrarios en un sentido de superación.

Cada coyuntura específica particular deberá analizarse desde un posicionamiento de clase y en función de los intereses del proceso revolucionario; los factores que se visualicen como “polos” de la contradicción serán objeto táctico de la acción popular continental; dicha acción deberá lograr superar dialécticamente, en un sentido ascendente, las condiciones actuales en favor del proceso revolucionario.

Desde esta concepción puede sí, en determinados momentos del proceso, hablarse de repliegues tácticos (táctica defensiva) o de avances tácticos (ofensiva táctica). Estas opciones deberán considerarse a partir de una justa valoración de la correlación de fuerzas en cada momento y lugar, mas, en esencia la táctica debe estar en función de aportar al desarrollo de la estrategia desde el plano histórico concreto particular en cada caso. Podrá, al mismo tiempo, en algún frente de lucha operarse con una ofensiva táctica y en otro frente a partir de una táctica defensiva. Lo fundamental, para acertar a la hora de decidir qué táctica desarrollar, es una justa valoración de las fuerzas en pugna sobre el terreno específico (análisis concreto de la situación concreta).

No hay entonces una “receta” táctica y por ende, toda decisión de este nivel, debe ser tomada con cierta autonomía por las fuerzas del campo popular que estén en el terreno de operaciones en condiciones de incidir en los procesos; estas decisiones (de carácter esencialmente político) deben visualizarse en función del conjunto y no de la parte. La táctica es un “arte” de particular importancia y desde ésta se logrará desarrollar, de manera superadora, cada momento en función de la estrategia en la medida de los aciertos, o se operará en desmedro del conjunto desde el punto de vista estratégico cuando los errores tácticos incidan negativamente.

Nos atrevemos a afirmar entonces que sin teoría revolucionaria no habrá práctica revolucionaria; que la estrategia revolucionaria signará el proceso pero que sin aciertos tácticos articulados la estrategia es una ilusión. La praxis revolucionaria desde el método dialéctico se articula a partir de la afirmación, la negación y la negación de la negación. La síntesis creadora y conciente es la base del método. La estrategia es continental y la táctica debe ser autónoma aunque no aislada de una justa valoración sistémica.” [1]

Hace un mes que ha asumido el nuevo Ejecutivo de esta administración; podemos (debemos), desde el espacio de intención revolucionaria, tener nuestras propias caracterizaciones del mismo; podemos, de igual modo, especular y proyectar previsiones en relación con la gestión futura. Asimismo podemos elaborar toda suerte de aproximaciones en relación a las esperanzas y expectativas de quienes le han, desde su base electoral, encomendado la administración para los próximos cinco años. Lo que no debemos hacer, desde nuestra posición, es confundir deseos con realidades ni creer que los procesos contradictorios de la fuerza política Frente Amplio y la interna del gobierno en su relación con esa base electoral y los poderes fácticos pueden superar lo que requiere de otras cuestiones.

Este gobierno que se ha instalado es diferente al que se desarrolló desde la administración Vázquez; afirmar que es más de lo mismo, que es “peor de lo mismo”, creer que no hay diferencias o no ser capaces de analizar si existen es, a no dudarlo, una posición riesgosa, políticamente torpe y para nada dialéctica.

Debe, desde posiciones revolucionarias, hilarse muy finamente en las caracterizaciones; debe hilarse muy fino en la capacidad de visualizar matices; debe, asimismo, comprenderse que este momento es producto de un desarrollo y que ese desarrollo arranca, al menos, en el Batallón Florida en el año 1972. Cabe, de igual manera, partir de la base de que este gobierno está “hegemonizado” por el aparato del MLN-MPP y que a la cabeza del mismo se encuentran dirigentes “históricos” que, lejos de impulsar en los sesenta y setenta planteos anclados en la convicción de que la lucha de clases es el motor de la historia, desde su génesis, pretendieron un proyecto nacional en contraposición con la necesidad de una revolución americana en el marco de la estrategia guevarista, y eligieron una estrategia policlasista -cuando no pequeño burguesa- de alianzas efímeras, en pos de “una Patria para Todos” en contraposición con la necesaria adopción de un posicionamiento de clase definido. A esta debilidad genética, a la ecléctica construcción de una organización amorfa y sin una doctrina clara le impregnaron una metodología confrontativa y un marketing político atrayentes, y de “moda” entonces, que permitió propalar en el Uruguay, en el continente y en el mundo una imagen idealizada y deformada de una seudo guerrilla que llegó a considerarse la más importante de América Latina y que, sin embargo, no superó nunca el plano propagandístico, nunca llegó a desarrollarse en el plano militar como un ejército popular o un verdadero contrapoder y adoleció –además- de jamás lograr (o intentar) convertirse en una organización coherente desde el plano doctrinario, político y metodológico. Sobre esos falsos paradigmas se sostuvo el mito MLN-T a través de tres décadas; sobre estos y otros falsos paradigmas se sostiene este gobierno y el apoyo de masas que, compréndase, anótese y considérese, este gobierno posee; nos agrade o no.

Pese a las afirmaciones precedentes, en relación con el MLN-T histórico y su accionar en los sesenta y setenta cabe, no obstante, precisar alguna cuestión complementaria; si bien hemos señalado críticamente algunos aspectos fundamentales que permiten visualizar cierta “continuidad” entre su visión inicial y la actual, es imprescindible remarcar, positivamente, algunas cuestiones: la línea confrontativa de su accionar y la arriesgada acción y consecuencia revolucionaria de cientos de sus integrantes es innegable y debe ser reconocida pese a las falencias originarias señaladas; debe, asimismo, analizarse por qué prevaleció entonces, al menos desde el año 72 y posteriormente a la salida de la dictadura, una corriente negociadora, conciliadora y sistémica. Afirmamos esta tesis en el sentido de que la dialéctica de esta organización, en relación con su accionar, se sustenta en lo ya planteado; más allá de intenciones y metodologías y de la honestidad y convicción revolucionaria de muchos de sus militantes, no podía darse otro desarrollo que el que sucedió, producto, refirmamos, de al menos tres factores ya señalados; a saber: predominancia de extracción pequeño burguesa; amorfía doctrinaria y organizacional; privilegio del método por sobre la ductilidad táctica y menosprecio del accionar del frente de masas en beneficio del “aparato”.

Antesala para un contexto inmediato

Hace décadas que, para cierta izquierda, el enemigo visible y denunciable es exclusivamente el imperio, esto propiciado por ciertas elucubraciones amparadas en los proyectos de liberación nacional y en las alianzas políticas con supuestas burguesías nacionales; hace casi cuarenta años que casi nadie denuncia a las roscas oligárquicas y a la burguesía que domina los resortes económicos, políticos, superestructurales. Así como torpe es no comprender los matices y la interrelación que existe en los diferentes procesos en cada comarca americana, es extremadamente peligroso no comprender que, en esencia, la cuestión del poder es la que debe analizarse y plantearse en esta hora donde el sistema capitalista se encuentra en un estadio de desarrollo cualitativamente diferente, incluso, al que Lenin analizara en “Imperialismo, fase superior del capitalismo”. El primer aspecto a analizar (cosa que no haremos aquí ya que este aspecto, por sí sólo, demandaría cientos de páginas) es que la tendencia del desarrollo del proceso hace suponer que, de prevalecer el capitalismo como sistema a escala global, en pocas décadas no habrá ni escala ni globo; colapsará el planeta. El segundo aspecto a analizar es que el sistema no colapsará, porque es la arquitectura económica, social y superestructural que la clase dominante -a escala mundial- ha edificado en siglos para que sus intereses privilegiados sean intocados. Esta clase es la burguesía, más allá de especificidades y vínculos económicos y de poder; esta clase no se suicida como tal ni se redime en función de intereses “comunes” a escala planetaria. Esta clase es capaz de destruir el planeta, en términos literales, con tal de mantener sus privilegios aunque sea cincuenta o cien años más. Esta clase (algunos de sus sectores) ha devenido en rosca oligárquica a nivel mundial y reposa sus asentaderas en un complejo industrial-militar-financiero que articula los conflictos interimperialistas (es decir interburgueses) en una suerte de gran tablero de ajedrez donde los peones son los pueblos, y las demás piezas componen una partida donde el rey se resguarda pese a todo. El rey es el sistema capitalista a escala planetaria. Los alfiles pueden cambiar de bando, se puede perder un caballo, entregar una torre pero nada más.

Del documento de “Estrategia y Táctica” del MPP

“El gobierno, para nosotros, puede y tiene que ser parte de esa construcción de poder nacional. Pero sin perder de vista que la construcción del socialismo, además del poder, requiere del suficiente desarrollo de las fuerzas productivas y de la socialización de estas ahí donde se han desarrollado... Es decir, que el desarrollo o socialización de las fuerzas productivas forma parte del poder necesario para construir el socialismo.”

“La consigna estratégica debe ser: LLEGAMOS PARA QUEDARNOS PORQUE DEBEMOS CRECER PARA CREAR PODER NACIONAL.”

“Ese propósito estratégico es irrenunciable, legal y legítimo: están las condiciones dadas para seguir creciendo en la forja de un vasto y mayoritario movimiento político y social que exprese la unidad y la estrategia de las fuerzas nacionales. Ellas tienen pleno derecho e ineludible obligación de tomar en sus manos no sólo los resortes del Gobierno sino los del Poder para que entonces las palabras “liberación”, “nacional” y “soberanía” no sean más que palabras.” [2]

En respuesta a algunos párrafos de este Documento

“Existimos, y lo asumimos con calma, organizaciones de izquierda revolucionaria, marxista, radical, que no contamos con apoyo de masas; es hoy, a no dudarlo, un hecho. Se afirma que actuamos al margen de ellas y sin su apoyo; decimos: pero actuamos para nada ajenas a los intereses de clase de esas masas, más allá de su (todavía) escasa comprensión. Existen también, sin embargo, organizaciones que se autoproclaman de “izquierda”, que reciben el apoyo de masas pero que no salvaguardan a la clase explotada y expropiada e, incluso, actúan contra sus legítimos intereses asumiendo la defensa irrestricta del imperio, el capital financiero, la oligarquía y la burguesía; es, a no dudarlo, otro hecho.

Es cierto que en la coyuntura actual, quienes reivindicamos posturas radicales, de principios de izquierda, desde posiciones de clase y visualizando las contradicciones fundamentales y principales, no logramos aún movilizar masas; una de las causas, entre otras, es la confusión que han sembrado organizaciones otrora “revolucionarias” y ex principistas en esas grandes masas. Al igual que en las décadas previas a los sesenta, esas organizaciones de la izquierda marxista y revolucionaria, pese a su justa prédica, no lograban convencer masas y éstas eran dirigidas por los partidos de la burguesía, hoy, quienes no hemos claudicado y reconocemos en la base material y las relaciones de producción la causa primera de la injusticia (o sea la “raíz”) todavía no logramos “oídos” en sectores del pueblo objetivamente explotados, marginados, engañados e hipnotizados por el tinglado “progresista-emepepista”. Esta carencia debemos corregirla y atenderla autocríticamente pero sin renunciamientos y sin rendiciones.” [3]

Nuestra “pequeña” comarca

“De una comarca de la América española a otra comarca varían las cosas, varía el paisaje; pero no varía el hombre. Y el sujeto de la historia es, ante todo, el hombre. La economía, la política, la religión, son formas de la realidad humana. Su historia es, en su esencia, la historia del hombre.”

José Carlos Mariátegui "La unidad de la América indo-española"

Sería interesante abordar el análisis en relación a lo que puede esperarse de la nueva administración, a la luz de lo que ha dejado en pie la saliente y relacionado esto con la conformación de la coalición Frente Amplio y sus principales fuerzas y actores; obviamente, este análisis debe partir de la cuestión económica, de los factores sociales y, en último término, de lo superestructural. Vemos con preocupación que, tanto desde posiciones críticas como desde posiciones proclives al gobierno, el hincapié se realiza de manera inversa, privilegiando en estos análisis una postura ideologizada y, por tanto, cargada de subjetivismos y análisis forzados.

El Uruguay es una sociedad dividida en clases, enmarcado en una estructura económico-social capitalista y dependiente; esta afirmación difícilmente sea discutible.

1. Desde nuestra definición revolucionaria indo-afro-americana llamamos al Uruguay “pequeña comarca”, dado que, para nosotros, “este país”, sólo expresa una realidad particular en algunos de sus aspectos ya que, desde su origen y a lo largo de la historia, ha pertenecido y ha estado vinculado a una raíz mayor y a un contexto indisoluble; a este aspecto marco le llamaremos (le hemos llamado) Comarca. Por tanto entendemos que la “pequeña comarca” es el Estado nación uruguayo y la Comarca es la geografía vinculante desde la revolución artiguista hasta nuestros días; o sea: la región inmediata prefigurada en la génesis de las provincias Unidas y la Liga Federal.

2. En la actualidad, y desde hace al menos una década, algunos aspectos estructurales se han visto modificados dramáticamente. Estos aspectos no han hecho más que afianzar y profundizar al Uruguay como un país inserto en el área de lo que denominamos países “capitalistas y dependientes”.

3. El Uruguay ha pasado, en vinculación con la tierra y su modelo de explotación, a ser radicalmente distinto a lo que fue hasta finales de los ochenta; en tal sentido, de ser un país agropecuario, sustentado (y sumido) en el latifundio y en la producción extensiva en manos de unas pocas familias de la oligarquía, ha devenido en un modelo forestal y de monocultivo en manos de sociedades anónimas y, por tanto, en manos de empresas extranjeras con apoyatura en algunos estratos de la burguesía vinculada a las finanzas, las cuales, obviamente, se emparentan también con aquellas familias de la vieja “rosca”. Esta nueva realidad es definitoria aunque no implica un único rasgo a considerar. De igual manera existen otras situaciones a tener en cuenta en este marco y visualizamos, asimismo, algunos esbozos de típica producción capitalista aún en el campo; de todos modos, creemos que, el rasgo fundamental a considerar en torno a la tierra y, en consecuencia, en relación con los recursos naturales, es que se han entregado a manos extranjeras en una dimensión asombrosa que pone en cuestión nuestra propia existencia como Estado-nación.

4. La producción agropecuaria típica se sigue estructurando, fundamentalmente, en torno a un modelo exportador de “commodities” (materia prima bruta con escasa o nula manufactura posterior). Las producciones familiares y/o cooperativas (las más de las veces artesanales) son, casi exclusivamente, formas de sustentación parciales y sujetas al manejo imprevisible del mercado interno, además deformado por la especulación y la gravitación negativa de las importaciones que afectan, de manera tremenda, la posibilidad de hacer sustentables estos proyectos.

5. En vinculación con la industria es, a todas luces, escasísima o nula la existencia de producción de importancia en el sentido de favorecer posibilidades de incidir en la generación de divisas significativas a partir de la exportación de productos manufacturados. Prácticamente en ninguna rama de la producción existen, como sí en otras décadas, fábricas de porte y, por ende, son casi ausentes las concentraciones de obreros y trabajadores en la producción sistematizada y encadenada a una forma clásica.

6. Quizá sólo en el terreno de la informática (y algunas áreas vinculadas y afines) puede verse un proceso de signo contrario; este aspecto, si bien puede ser de importancia en un terreno de desarrollo estratégico futuro, escasa o nula incidencia tiene hoy para los trabajadores en su conjunto y, de este espacio productivo, no surgirá ninguna posibilidad de desarrollo de contradicciones antisistémicas en el corto plazo.

7. Podemos ver, con claridad, que sólo se ha desarrollado el área vinculada con los servicios y el comercio. Esta realidad hace de nuestra economía, ya deformada hace décadas, una suerte de eslabón muerto en la cadena de relaciones sociales de producción.

8. Existe, por todo esto, una casi nula existencia de un “campesinado” clásico y, por cierto, es relativamente escasa (aunque creciente) la presencia de un conglomerado importante de trabajadores rurales asalariados. De igual manera podemos definir que: a la casi ausente clase obrera en sí, se le suma el preocupante ingrediente de la inexistencia de una clase para sí.

9. En las tres últimas décadas se ha modificado y agravado un componente esencial de nuestra realidad social; este es la marginación a que se ha llevado a miles de niños, mujeres y hombres. Esta marginación que lleva años y ha superado ya las dos generaciones de individuos es un componente estructural imposible de no contemplar. Esta marginación no sólo es consecuencia directa de la acción del sistema sino que es funcional al mismo en la medida que no sea objeto de una acción precisa, eficaz e inteligente. Esta marginación es, además, marginalidad que no sólo es concreta sino, muchas veces, operativa.

10. En el plano de la cultura, en todos sus aspectos, preocupa y alarma el descaecimiento que se sostiene y se profundiza hace tres décadas; es preocupante el seguidismo de la Universidad a la ideología dominante y la creciente incidencia del área privada en este aspecto (elemento coadyuvante aunque no exclusivo); la intelectualidad, antes importante, pujante y presente en todos los debates que cruzaban el entramado social, muestra y demuestra la derrota ideológica sufrida en los ochenta y noventa por el campo popular. Los sindicatos y las organizaciones de masas, en lo social, presentan una creciente carencia operativa de carácter contestatario y se adecuan, amoldan y adormilan en el escasísimo marco que permite la acotadísima posibilidad de lucha económica y reivindicativa.

11. Las organizaciones políticas se encuentran inmersas y sumidas en la mediocre e inviable superación de fenómenos superestructurales y nada hacen en la dirección de analizar, proponer y modificar cuestiones vinculadas con la estructura económica y las relaciones que de ella se derivan.

12. Es en este marco que nos movemos y este marco incorpora, como correlato superestructural, cultural e ideológico, la comprobación de que nos encontramos en la más difícil coyuntura conocida, para impulsar ideas y prácticas revolucionarias, vivida en décadas. Es difícil recordar una etapa en nuestra historia donde la orfandad doctrinaria se expresara con tanta crudeza como en nuestros días.

El actual gobierno y las perspectivas inmediatas

El actual gobierno del Frente Amplio ha sido definido y se lo continúa caracterizando (aún por fuerzas de intención revolucionaria y afines) unas veces como socialdemócrata, otras como social liberal, otras como neoliberal, otras como pro imperialista; estas caracterizaciones adolecen (en rigor conceptual e histórico) de varios aspectos. Nos atrevemos a afirmar (e intentaremos demostrar, con brevedad) que el Frente Amplio, en tanto gobierno, tiene particularidades específicas que exigen un análisis adecuado y, por ende, el trabajo de propaganda, agitación y concientización que deberemos desarrollar debe hilar fino en cuestiones importantes, como son, las caracterizaciones desde lo económico, lo social y lo político.

El gobierno presidido por Mujica y dirigido por el “aparato” del MLN-MPP es, claramente, una administración proclive al desarrollo de relaciones de producción capitalistas; no podría ser otra cosa. Ahora bien: a diferencia de la administración Vázquez, ésta, pretenderá que ese desarrollo oscile, pendularmente, entre cierta autonomía de gestión, limitada por los compromisos macroeconómicos con los organismos internacionales de crédito, y la ilusoria generación de cierto sesgo nacionalista en la estructuración de proyectos que, por una parte, permitan desplegar cierta potencialidad de una burguesía no tan vinculada a los intereses imperialistas y que, por otra y en unión a lo anterior, genere un acuerdo o connivencia con sectores de trabajadores que, lejos de un posicionamiento de clase para sí, vean como proyecto a seguir el de desplegar las fuerzas productivas en un marco de proyecto “nacional” de donde poder obtener ciertas mejoras, coyunturales, en el plano económico y de relaciones laborales. Esta demagógica e imposible propuesta es la nueva versión -remasterizada y devaluada- de “patria para todos”. Esta “post-pruesta” (de algún modo debemos llamarle) habría sido imposible de ser ofertada a los trabajadores y al pueblo treinta o veinte años atrás; hoy es, sin embargo, el proyecto más adecuado para el estado de amorfía doctrinaria y confusión ideológica que campea en esta sociedad derruida en los escombros sesentistas, arrasada por el fascismo de los setenta, hipotecada por los pactos de los ochenta, huérfana en la debacle doctrinaria de los noventa y atormentada por el cantinflesco discurso esquizofrénico de esta década que ha perfilado a Mujica como un ícono de la estupidez social; debemos aclarar y dejar asentado que en dicha estupidez social nos encontramos todos, incluidos quienes nos proclamamos de intención revolucionaria y permitimos (o no supimos o pudimos evitar), en las mencionadas décadas, el desarrollo creciente de estas tendencias destructivas del pensamiento clasista y revolucionario.

La “patria para todos” de Mujica, el MLN y el Frente Amplio

Refundar la nación, desarrollar un capitalismo humano, generar poder nacional son, además de consignas, las herramientas “conceptuales” con las que este gobierno y la fuerza política dirigente pretende motivar y movilizar a diferentes actores sociales.

A contrapelo de esa base estructural y la realidad social reseñadas someramente líneas antes, pero desde el posicionamiento político asumido y también criticado en párrafos anteriores, Mujica, el MLN-MPP, el gobierno y el Frente Amplio apelan, desde un discurso meramente ideologizado, (por tanto falaz y abstracto) a lograr acuerdos con todos. A los capitales transnacionales se les asegura, desde el pragmatismo macroeconómico, una plaza eficiente y con reglas de juego claras; a la burguesía se la llama a invertir en un Uruguay productivo y se le promete estabilidad y rentabilidad; a los trabajadores se les augura mejoras del salario, respeto de los derechos laborales y se les asegura equidad y justicia social; a los desocupados se les plantea asistencia y reinserción en el campo del trabajo; a los desposeídos y marginados se les asegura atención, apoyo, planes paliativos; a la Universidad se la llama a pensar un país moderno e inserto en un mundo tecnológico; a las fuerzas armadas se les plantea mirar hacia el futuro y vincularse a la sociedad civil; a la policía se le promete una mayor profesionalización y mejores ingresos a su personal; a la iglesia se le abren las puertas de la participación en tareas comunes para un Uruguay para todos y así ad infinitum. ¿Alguien cree que todo esto es posible aun en el caso de que fuera cierto?

Esto es demagogia populista y de esta definición surgen algunas cuestiones preocupantes; es tal la falta de coherencia en los planteos, tan desmesurada la oferta, tan imposible su concreción que, más temprano o más tarde, este gobierno verá que comenzarán a generarse conflictos de intereses, quizá no de clases pero al menos sí corporativos y aquí comenzará un nuevo problema. La ausencia de posicionamiento de clase de Mujica, sumado a su capacidad de decir siempre lo que sus interlocutores quieren escuchar, más su deseo de trascendencia (a todas luces evidente) lo llevará a una descolocación cada vez mayor; de aquí a no asumir responsabilidades propias y caer en un autoritarismo disimulado por el efectismo y la practicidad habrá un solo paso. Quizá en el vacío.

Nuestra tarea en la hora actual

Para quienes nos posicionamos en el campo de intención revolucionaria cabe comprender al menos algo; repetimos unas líneas ya escritas en este mismo trabajo: “Es en este marco que nos movemos y este marco incorpora, como correlato superestructural, cultural e ideológico, la comprobación de que nos encontramos en la más difícil coyuntura conocida, para impulsar ideas y prácticas revolucionarias, vivida en décadas. Es difícil recordar una etapa en nuestra historia donde la orfandad doctrinaria se expresara con tanta crudeza como en nuestros días.”

No obstante esto, nuestra tarea es impulsar la necesidad y la vigencia de una sociedad sin explotados ni explotadores, la validez de la premisa de que la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, la generación de conciencia para sí en los sectores objetivamente explotados y expoliados por el sistema y la construcción de organización política revolucionaria.

Estas tareas no se resolverán de la noche a la mañana ni son producto exclusivo de la elaboración teórica, pero requieren urgencia, análisis y creatividad. Requieren de la búsqueda de un horizonte revolucionario y de la estructuración de otra campaña permanente y creciente.

Nuestra tarea es favorecer el proceso revolucionario; esta tarea, enorme y urgente, no puede hacerse (y mucho menos realizarse) de manera improvisada o carente de ciertas herramientas, las cuales deben (necesariamente) ser utilizadas en todo su potencial e inteligentemente.

El camino no es, ni debe ser, cualquier campaña desde nuestra posición, perspectiva o necesidad; debe ser (si queremos que impacte más allá de nosotros mismos) algo diferente, potente y de significaciones diversas.

La forma no puede ser más de lo mismo desde nuestra posición de clase. Nuestra acción debe ser, ante todo, y por sobre todo, una manera distinta de abordar un problema, un auditorio y un escenario.

Esta tarea es un proceso que comenzó antes del momento eleccionario y debe continuar hasta que las organizaciones sociales y políticas clasistas, el campo de intención revolucionaria en que nos movemos y otro espacio mayor, de igual signo, incidan en y accedan a ser unos interlocutores serios para con un sector de la sociedad proclive, objetiva y subjetivamente, a nuestros planteos.

Esto requiere no sólo de trabajo y entrega; requiere rigor y conocimiento de diversas herramientas y medios de agitación y propaganda. Requiere de un abandono radical de la improvisación y de la subestimación de ciertas técnicas que pueden ser verdaderas armas en nuestras manos. Estas armas hace rato que lo son en manos enemigas; subestimarlas es un suicidio político (en el mejor de los casos).

Lo objetivo existe; construyamos lo subjetivo. (“pesimismo de la inteligencia y optimismo de la voluntad”)

Desde que asumió hace cinco años el gobierno entreguista-frenteamplista (al menos desde ese momento), quienes no hemos claudicado ni renunciado a los postulados revolucionarios nos debatimos entre nuestros “ruidos”, malos entendidos, desinteligencias e incomunicaciones varias (entre nosotros y con la clase y el pueblo); esto no debemos atribuirlo ni al enemigo, ni a la superestructura, que incide claro está. Debemos, desde una posición revolucionaria y autocrítica, atribuirlo a nosotros mismos y a nuestras insuficiencias e incapacidades (por no agregar desconfianzas e intenciones de vanguardismo, liderazgo o trascendencia, lo que sería aún más grave).

Modifiquemos estas insuficiencias desde la asunción de las mismas y comencemos un camino que nos lleve a la imprescindible situación de dejar de hablar un “argot” para nosotros mismos y entre nosotros mismos; dejemos la cancha chica; juguemos en el terreno que debemos jugar con las armas que debemos usar como corresponde.

Usemos los medios, las herramientas y los conocimientos del sistema que, en nuestras manos, y desde posiciones de clase, son formidables. Valenti no es tonto; no lo seamos nosotros. Nadie fassanea como Fassano; desarrollemos nuestros medios impresos, digitales, alternativos; generemos nuestras AM, FM, SW, radio en internet, código morse o “Bemba” a secas, y con una calidad (claridad) y un lenguaje capaz de iluminar oscuridades y decir lo que hay que decir de manera franca, serena, llana y contundente. Confiemos en nosotros mismos y en el pueblo. Somos parte del pueblo; si no confiamos en él es que no confiamos en nuestra capacidad y voluntad.

Nos encontramos en un punto crucial de nuestro trabajo: “hemos roto el aislamiento” y “hemos logrado un círculo de interlocutores” que nos permiten proyectarnos a otro nivel. Expresado esto, volvamos al futuro; esta etapa requerirá, necesariamente, al menos de algunas herramientas ya perfiladas o estructurándose: medios alternativos, encuentros, seminarios, actividades de diverso tenor; tendrá, asimismo, un despliegue de acciones diversas; tendrá, de igual modo, otros aspectos a definir. Todo ello deberá concebirse como un conjunto orgánico donde la parte apoye el todo y donde el todo posibilite cada parte. Un aspecto central de esta “otra campaña” deberá ser la forma, quizá, en esta etapa, la cuestión más importante del contenido.

Hay que hablar y hacer para el conjunto del pueblo; más allá de definir estrategias específicas para sectores específicos (cuestión necesaria y que habrá que atender con especial cuidado). Este pueblo no habla nuestro “argot” ni lo hablará (felizmente). No es el pueblo quien debe esforzarse en entendernos sino nosotros quienes debemos esforzarnos en hablar un lenguaje comprensible por todos. El pueblo no maneja nuestras categorías de análisis ni nuestros conceptos doctrinarios y políticos, por tanto, debemos “adaptar” nuestro lenguaje y decir lo que debemos decir de manera simple, llana, clara; los ejemplos deben servir para evidenciar ideas; el humor es una herramienta formidable que derriba cualquier barrera.

Nuestros planteos deben ser propositivos y nunca deben basarse en la adjetivación, el menoscabo o la falta de respeto; el pueblo se defiende de esta manera de hacer política mirando para otro lado. Queremos y necesitamos que nos mire a nosotros como mira TV, como mira carnaval o fútbol. ¿Por qué no concebir acciones que contemplen estas cuestiones?; si no podemos llegar a la TV llevemos otros medios alternativos a los barrios, a los centros de trabajo y de estudio, a los asentamientos; llevemos música; llevemos teatro, fútbol, alegría, hechos y después palabras: pocas, claras, serias. Y después volvamos a hacer otras cosas, las que quienes nos prestaron oído propongan; y confiemos. Este trabajo es a largo plazo y debemos contar con el pueblo.

El eje de nuestro accionar no es un periodo electoral o de gobierno, el objetivo es empezar a hablar y a hacer lo que hace cuarenta años se dejó de hablar y de hacer. El objetivo es el horizonte revolucionario, el socialismo, el hombre nuevo.

[1] “La estrategia y la táctica revolucionaria” (tomado de: Apuntes para una teoría de la revolución socialista en el Siglo XXI) /puede leerse completo en internet en los sitios Rebelión y La Haine, entre otros. Autor Alejandro García Ruiz.

[2] "Consideraciones generales sobre estrategia y táctica" (presentado por Mujica, Fernández Huidobro y Bonomi al congreso del MPP) /Comisión de Estrategia de la Dirección Nacional del MPP, 19 de febrero de 2006.

[3] “En respuesta a documento del MPP” (tomado de: Dialéctica de la evasiva) /fue publicado en el semanario 7/7. Autor Alejandro García Ruiz.

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