clasismo, internacionalismo, socialismo

“Algo debe cambiar y la vía no se encuentra trazada por un desarrollo dentro de los marcos que nos ofrece el capitalismo. Ningún desarrollo en este marco garantizará las necesidades de los millones de niños, mujeres y hombres de América. Ninguna inteligente acción desarrollista-nacionalista que no ponga en juego la cuestión del poder para la clase obrera y el pueblo y la sustitución del capitalismo por el socialismo, garantizará esas necesidades.”

viernes, 18 de junio de 2010

EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO

Ponencia presentada al Seminario
organizado por Universidad Popular Joaquín Lencina
y Semanario 7/7 los días 22 y 23 de 2006
en el Salón de Actos de la Facultad de Humanidades
en Montevideo, Uruguay.

(versión íntegra)

Apuntes en relación a;
EL IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO

"Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido." / V. I. Lenin

(tomado del Capítulo VII. EL IMPERIALISMO,
COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO, página 112)
"El imperialismo, fase superior del capitalismo"; se ha tomado el texto de la edición española de las Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948. Editado después
de haber sido confrontado con la versión china, publicada por la Editorial del Pueblo, Pekín, en septiembre de 1964, y consultado el original ruso de las Obras Completas de Lenin, t. XXII.

Advertencia:
Abordar semejante obra y, a la vez, desde lo parcial y particular respetar la generalidad del espíritu de la misma en la intención de aportar en la línea de visualizar qué tareas debemos emprender en esta etapa, implica, somos concientes, una tarea difícil; lo haremos en el entendido que la urgencia de la hora demanda esfuerzos, aún aquellos para los cuales no estamos preparados.

El Imperialismo post “11/9” y el papel
de la izquierda revolucionaria latinoamericana

Más allá de los verdaderos entretelones del suceso que puso a la opinión pública mundial (una vez más) a merced de la propaganda imperialista, es indudable que existe un antes y un después de la caída de las “Twin Towers”. Desde ese instante, y con el ataque militar a los Talibanes, el imperio recomenzó esta vez una nueva etapa neocolonial de dominación sustentada en la generación de marcos supuestamente jurídicos y apoyada en el poder militar; esta etapa se ha expresado violentamente contra los pueblos del mundo, en una correlación en la cual ya no existe el contrapeso de un sistema socialista y solamente (de manera exigua, inarmónica e insuficiente) es combatida por focos aislados de resistencia enfrentados a la intención hegemónica de la Casa Blanca y el Departamento de Estado y más o menos comprometidos estratégicamente con el socialismo; estos focos, de alguna manera, conforman el difuso polo antagónico al imperio más poderoso y bestial de la historia de la humanidad.

En este estado de situación cabe analizar si es posible desarrollar una estrategia a escala mundial de intención revolucionaria que opere en franco enfrentamiento con la del imperio o si, por el contrario, el camino es conformar regionalmente alternativas de resistencia, de lucha y programas que pongan a los pueblos de pie y en combate abierto contra el enemigo principal y fundamental. De igual modo es necesario, antes de responder cuestiones como la planteada, visualizar si en esta etapa de mundialización y envalentonamiento imperial, no cabe plantearse dar una lucha frontal contra el capitalismo como sistema global, evitando replantear estrategias de liberación en el marco nacional. De las respuestas a estas interrogantes se obtendrán las líneas de trabajo para el desarrollo de las estrategias populares de combate.

APORTAMOS (APOSTAMOS) ALGUNAS IDEAS

Lenin, profundizando la afirmación del acápite, afirma en relación al imperialismo: Como hemos visto, la base económica más profunda del imperialismo es el monopolio. Se trata de un monopolio capitalista, esto es, que ha nacido del seno del capitalismo y se halla en las condiciones generales del mismo, de la producción de mercancías, de la competencia, en una contradicción constante insoluble con dichas condiciones generales. Pero, no obstante, como todo monopolio, engendra inevitablemente una tendencia al estancamiento y a la descomposición.” [1]

Una vez más los hechos históricos han confirmado los análisis del teórico; pero sucede que el citado teórico analiza científicamente y de manera concreta. En este aspecto cabe entonces considerar qué particularidad presenta el “momento” que el imperialismo nos muestra. Preguntamos: ¿qué grado de descomposición presenta?; ¿la producción de mercancías hoy es un rasgo principal?; la competencia, hoy, ¿cómo se expresa?

El imperialismo, en esta etapa, muestra una preeminencia a escala mundial en la cual todos los países del planeta que se encuentran bajo las formas de producción capitalista o, incluso, precapitalistas y/o dependientes están sujetos directamente a las condicionantes que, desde la “superestructura jurídica global” o desde el poder militar concreto, los Estados Unidos de Norteamérica, imponen. Esta “mundialización” imperialista y norteamericana es tal que Europa en su conjunto y los países asiáticos poderosos económicamente se encuentran supeditados, justamente, a esta política “hegemónica”. En virtud de las propias contradicciones internas (de clase y desarrollo de las relaciones de producción) y de la artificiosa y decadente pomposidad de la sociedad norteamericana, este Estado, fascistizado y militarista, se apresta a controlar al mundo ya no desde las clásicas bases corporativas y monopólicas que señalaba Lenin, sino, de manera apocalíptica, se apresta a enmarcar en una jurisdicción mundial toda jurisdicción regional y nacional y, por tanto, supeditar a niveles de mayor o menor autonomía (según el peso relativo en diversos aspectos de las diferentes naciones o bloques) al resto del planeta. Esta brutalidad es clara señal del agotamiento ya no de la fase sino del sistema; empero, estas señales, lejos de indicar una pronta resolución mecánica de las contradicciones a favor de los “desarrollos nacionales” o de las fuerzas del trabajo, nos alertan de la inminencia de situaciones de conflicto y de guerra a niveles crecientes y de tendencia a generalizarse. Creemos que América Latina y Medio Oriente son dos polos que expresarán antagonismos tremendos con la estrategia mundializadora del Pentágono y, por lo tanto, las hipótesis de confrontación violenta son las más probables o quizá las únicas. Cabe sí, considerar particularmente -en función de rasgos específicos regionales, locales e históricos-, si estas confrontaciones se expresarán de Estado dependiente a Estado gendarme o desde las resistencias regionales y locales populares hacia los gobiernos y aparatos coercitivos de los países (pueblos) explotados. En algunos casos, creemos que las formas se combinarán y esto se dará específicamente en los eslabones menos fuertes de la cadena; en los francamente débiles la segunda opción es la más probable y la que deberán aprovechar las fuerzas liberadoras y revolucionarias clasistas para promover cambios estructurales de perfil socialista. En la primera de las opciones se observarán tendencias propias de los conflictos inter burgueses o, en muchos casos, podrán devenir en conflictos de clase dependiendo de la correlación de fuerzas al interior de cada realidad concreta. Por otra parte, en la segunda de las opciones (la que nos debe interesar particularmente y ejemplificamos en los casos de Venezuela, Bolivia, Haití, Puerto Rico) es imprescindible comprender que estos conflictos son, esencialmente, de una potencialidad revolucionaria magnífica y, desde nuestra visión y posicionamiento de clase, estos conflictos deberán articularse regionalmente en una dirección liberadora y socialista, ya no en la vieja tesis de “liberación nacional”, concepto ambiguo, “inocuo” y que las burguesías nacionales y las pequeño burguesías latinoamericanas de estas economías deformes y dependientes han utilizado siempre como alternativa de sobrevivencia del sistema y por ende, de permanencia y reacomodo de sí mismas. Todo conflicto contra el imperio, en esta etapa mundializadora, debe articularse desde una perspectiva revolucionaria que ponga en el orden del día la construcción de una sociedad socialista, más allá del grado de deformación y retraso que existan en las bases materiales y en las relaciones de producción. En el caso particular de nuestra comarca y la región inmediata, estas bases y las riquezas de materias primas y recursos naturales son tales, sumado al grado de desarrollo de las formas políticas democrático-burguesas que, plantearse o replantearse estrategias de liberación nacional significaría, en esta etapa concreta, una vacilación histórica.

Afirmamos que estamos en condiciones, en la sub región y en la región, de establecer estrategias por el poder en función de una visión clasista y desde la perspectiva de la construcción de economías proto-socialistas aún en los casos de menor desarrollo de las condiciones materiales básicas indispensables. La clave para esto es repensar, desde una perspectiva de Federación Americana, la estrategia continental para articular las luchas tácticas regionales y locales (desiguales y combinadas) y, de igual manera, desarrollar gérmenes de poder y de relaciones de producción no capitalistas a partir de las geografías y experiencias históricas de nuestros pueblos. Un socialismo sustentado en el aprendizaje de las luchas históricas contra los viejos imperialismos parirá la victoria contra el imperio mundializador. Si el imperio mundializa, la lucha debe mundializarse y nuestra tarea es regionalizarla. La cuestión de generar dos, tres, cuatro Vietnam hoy debe leerse en clave de crear focos antimperialistas en América que propicien a escala continental una misma lucha contra el capitalismo. Sólo llevando adelante esta tarea salvaguardaremos la resistencia en Irak; evitaremos una escalada contra Irán; defenderemos a Cuba, preservaremos el desarrollo del proceso Bolivariano y empujaremos las luchas en Colombia, Bolivia, etc. Las tareas centrales de nuestra acción en tanto pueblo de un pequeño Estado peón del imperio debe ser el de favorecer la estrategia regional; la manera concreta y óptima de ejercer este trabajo es, desde la táctica, vertebrar una lucha que cuestione, a la vez, el papel del gobierno y su rol pro imperial. De esta manera, simultáneamente desarrollaremos dos tácticas, una regional de carácter federal y liberadora y una local anticapitalista que, en virtud del desarrollo de las contradicciones y el proceso, deberemos propiciar en un devenir ascendente que posibilite un desencadenamiento revolucionario. Estamos inclinados a pensar (y deseamos promoverlo) que estos procesos llevarán a la disolución de las viejas formas nacionales históricas de nuestros Estados; por ello es que deberemos, desde el primer momento, propender a desarrollar redes múltiples populares y extranacionales clasistas de lucha contra el imperio y vínculos de construcción orgánica, social-política, que posibiliten gérmenes de unidad a partir de estrategias y programas, más allá de las hipnotizantes convenciones del Estado nacional burgués y (necesariamente) pro-imperialista.

DEL IMPERIALISMO MONOPOLISTA AL “NEO IMPERIO” MILITARISTA

En el umbral del siglo y a la luz del agotamiento del sistema capitalista, que es también y de igual manera -producto de su irracionalidad- el agotamiento de los recursos energéticos, naturales y ambientales, cabe comprender que todo proyecto de desarrollo sustentable, racional y armónico debe ser concebido desde una visión abarcativa que se sustente a escala planetaria y se enmarque en políticas de desarrollo que se apoyen en el único factor de cambio real que permanece visible. Este factor es la fuerza de trabajo y esta fuerza debe potenciarse en unas relaciones de producción socialistas ajustadas a la actual situación de deterioro del ecosistema. Significa esto que enfrentamos, al menos, dos problemas de magnitud gigantesca.

El primero es obvio y se evidencia en la terminalidad de la fase imperialista, terminalidad que definimos como “mundializadora-militarista” y que nos coloca ante la contradicción “socialismo o muerte”. Significa esto que: de no lograr enfrentar y vencer al imperio, al capital y a su escalada guerrerista, el desenlace es fatal. Este desenlace a corto plazo se llamará sometimiento, neocolonialismo, extinción de soberanía y desaparición de pueblos enteros. Al largo plazo (no tan largo en términos históricos) el fatal desenlace se expresará en el agotamiento del planeta, de sus recursos, en la existencia de regiones de condiciones infrahumanas de habitabilidad y en una marginalidad a escala mundial jamás concebida, donde una “supra-élite” dominará desde un gobierno mundial virtual cobijado en un “oasis” a salvo del deterioro creciente del planeta.

Esta visión, como expresáramos líneas atrás, apocalíptica, desgraciadamente está lejos de ser fantasiosa. El cambio climático, la deforestación, el debilitamiento de la capa de ozono, el agotamiento de los hidrocarburos, la creciente falta de agua dulce en vastas regiones del planeta, la polución gigantesca de la atmósfera, la degeneración genética provocada en vastas especies vegetales y animales, la profusión de nuevos virus y bacterias que amenazan la integridad de la salud humana, demuestran (junto con la miseria y marginalidad creciente de centenares de millones de seres) que, lejos de lo que se ha intentado expresar desde la propaganda pornográfica imperialista, el sistema que ha probado su imposibilidad y su fracaso es el capitalista. Este capitalismo y cualquier capitalismo, más allá de la fase, es responsable de lo señalado en este párrafo; seamos claros: no hay salida en el marco capitalista, no es posible revertir el daño, ni desandar el camino, ni regenerar el sistema.
La alternativa es socialista y la aspiración es comunista.

¿QUÉ HACER?

La actual coyuntura, a escala local, nos desafía de manera tremenda aunque nos brinda las pistas para articular las estrategias necesarias para destrabar la situación de inmovilismo en la que se halla el pueblo en esta hora de entrega “progresista”. Estas pistas se sustentan en los aspectos vinculados a la soberanía y la preservación del territorio y sus recursos. Cabe sí, aspecto central, retomar desde el marxismo un discurso y una acción que exprese que la soberanía debe concebirse desde posiciones clasistas y que las cuestiones ambientales no son ajenas a un posicionamiento en tal sentido. Significa esto que desde el artiguismo, desde una visión reivindicativa del programa fundacional de la unidad de la izquierda de los setenta y en la profundización de las aptitudes y actitudes democráticas y autogestionarias desarrolladas en el seno del pueblo se encuentran tres claves a desarrollar en la formulación de un camino de transformación. Pero esta transformación, si es consecuente con la esencia del ideario artiguista, con el profundo sentido antimperialista del programa del 71 y con el potencial organizativo de nuestro pueblo, no puede quedar atrapada en concepciones democrático-burguesas, en intentonas electorales o en perspectivas de liberación nacional. Afirmamos que, en función de la realidad mundial y regional y del grado de desarrollo de nuestra base material es viable pretender una estrategia unitaria de perspectiva socialista y que tenga por objetivo la cuestión del poder para la clase trabajadora. Para esto debe apelarse a esa memoria histórica y al reflejo de clase adormecido por décadas de alejamiento del pensamiento y la acción signada por la teoría revolucionaria. La vigencia del marxismo, la vigencia del leninismo, no han sido cuestionadas por el desarrollo concreto de los procesos históricos. Éstos, pese a lo que se ha pretendido, incluso con la caída del “campo socialista”, confirman la validez del cuerpo teórico que nos han legado los socialistas científicos.

La cuestión central en la hora actual para las fuerzas sociales y políticas de izquierda revolucionaria es desarrollar una estrategia unitaria; para ello, debe darse una necesaria discusión acerca de las vías que, a nuestro modesto entender, no son (no pueden ser) de aproximación. Las vías que deben discutirse y acordarse deben partir de la premisa básica que en la actual fase “mundializadora” el imperio bestial no cederá ni una pieza en el tablero sin dar batalla, no entregará una posición en el terreno sin cobrar víctimas, no regalará sus espacios de influencia y poder sin poner en juego todo los recursos.

Consecuentemente con estas afirmaciones corresponde desarrollar en el seno del pueblo una vasta y profunda alianza antimperialista que perfile el carácter anticapitalista de la lucha. Hoy ya no hay espacio para ser consecuentemente antimperialista sin ser activamente anticapitalista y de igual modo, es imposible concebir que al sistema se lo suplanta con amabilidad y cortesía. Las estrategias regionales y locales por tanto se deben imbricar, deben efectivamente aceitarse mecanismos de acuerdo estratégico, debe perfilarse a partir de la síntesis programática una vanguardia regional colectiva que, en la más amplia autonomía táctica, permita desarrollar luchas que posibiliten pasar de la actual situación de inercia inmovilista a una defensiva táctica de cuestionamiento y en el afianzamiento de los espacios de descontento popular se desarrolle el germen que devenga en capacidad de acción ofensiva táctica, sustentable, sostenible y creciente. Nuestro pueblo es capaz, ya lo ha demostrado; pero lo ha demostrado cuando las organizaciones políticas de vanguardia han estado a la altura del momento histórico.

En consecuencia afirmamos que es menester renunciar a planteos perfilistas, a sobrevivencias grupales o a reacomodos electorales. Ha llegado la hora de la revolución en nuestras tierras, querámoslo o no, es así; el proceso está abierto, el imperio y el “progresismo” nos empujan en ese camino. La tarea para los militantes políticos de esta tierra es discutir las estrategias para hacer la revolución y construir el socialismo. En esa tarea Marx, Engels, Lenin, Mariátegui, Mao, Guevara, tienen un papel central en el aspecto vinculado a la praxis; de igual modo y para no repetir errores de otras experiencias, Artigas, Bolívar, Martí y las culturas de los pueblos indo-americanos deben iluminar esa teoría, la cual, como la arcilla, cobrará forma con las manos del gran artista que es el pueblo irredento, insumiso e incapaz de claudicar.

· [1] (tomado del Capítulo VII. EL IMPERIALISMO, COMO FASE PARTICULAR DEL CAPITALISMO, página 127) Obras Escogidas de Lenin, en dos tomos, publicadas por Ediciones en Lenguas Extranjeras, de Moscú, en 1948.

Alejandro García Ruiz
QUINO