Che, Ernesto, hermano;
nos hacés falta.
Como el cielo, la tierra, el agua, el fuego;
tu gesto imprescindible,
animal y humano,
nos muestra qué pequeños
somos sin tus manos.
En Dios confiamos
nos dicen los billetes,
a nosotros que ya no confiamos.
Hay que esperar
nos cuentan;
justo a nosotros,
que no tenemos tiempo.
Que el Che vive
y hasta la victoria;
remeras, insignias, estandartes,
canciones, proclamas encendidas
y hasta este pobre poema deslucido.
Mucho merchandaising,
pocas barricadas.
Son los tiempos que corren,
nos dicen con recato
los que hace rato
corrieron por su vida.
También nos dicen con palabras vacías
que no moriste
y la senda está trazada.
Che, hermano, comandante;
qué saben ellos.
Lo cierto es que te fuiste;
te mataron mil veces.
Te mataron con balas
y luego te asfixiaron
con mitologías.
Quisiéramos decirte
que vivís en nosotros,
que tu lucha es la nuestra,
que seguimos tu ejemplo;
pero de qué vale,
son tan sólo palabras
y vos hablabas poco.
Lo cierto es que hacés falta
saliva, esperma, sangre;
pero también piedra,
fusil, bala.
El hambre lo confirma,
la humillación lo avala;
ah, pero las condiciones…
Si esto fuera teoría
y no poesía llana,
diríamos que lo objetivo
y lo subjetivo mandan;
dialéctica evasiva para no dar la cara.
Pero rompe los ojos Che,
nos hacés falta.
Che, compañero, amigo,
somos muy pocos
y hablamos demasiado.
¿Qué separa a la bestia
de ese hombre
que fructifica a pesar de todo?
Los hechos quizá, los compromisos.
Sólo un defecto tuviste, ser inmenso.
Desde tu humanidad
escasos nos dejaste.
¿Qué hacer? decimos,
y sólo preguntamos;
cuando se trata
de todo lo contrario.
Podríamos decirte que te idolatramos
y te haríamos más daño.
Tampoco se trata de creer en dioses;
al fin y al cabo es lo que desean
quienes te entierran mañana y hoy
con salmos parodiados,
haciéndote quimera.
Sin embargo tampoco sos arena,
tu figura es roca, singular,
eterna.
Quisiéramos tenerte Che,
tocarte, pero es mentira.
Nada es posible a no ser
la lucha.
Che, no hay como llamarte;
las palabras son chicas
o sobran hasta hartarte.
Aquí me quedo, total.
Son tantos poemas los que te han escrito.
Quizá sólo te digo:
nos hacés falta.
QUINO