clasismo, internacionalismo, socialismo

“Algo debe cambiar y la vía no se encuentra trazada por un desarrollo dentro de los marcos que nos ofrece el capitalismo. Ningún desarrollo en este marco garantizará las necesidades de los millones de niños, mujeres y hombres de América. Ninguna inteligente acción desarrollista-nacionalista que no ponga en juego la cuestión del poder para la clase obrera y el pueblo y la sustitución del capitalismo por el socialismo, garantizará esas necesidades.”

viernes, 18 de junio de 2010

APUNTES en relación con la vigencia estratégica de la praxis «GUEVARISTA».

El revolucionario y la organización

Preámbulo y puntualizaciones.

ochenta y DOS años han transcurrido desde el nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna y cuarenta y dos años nos separan de su caída en combate; a casi una década de comenzado el tercer milenio algunas cuestiones fundamentales y relativas a la cuestión social están pendientes. La abolición de las estructuras que posibilitan la explotación del hombre por el hombre es una cuestión no saldada; la vigencia de la praxis de Ernesto Guevara es un tema necesario en su abordaje, más allá de la parafernalia evasiva de compromisos y la recurrente actividad apologística, necesaria y justa, aunque, en demasía, carente de perspectiva de cara a la construcción de una estrategia por la revolución y la construcción de un poder de los pueblos en América Latina.

No concebimos que pueda analizarse el corpus de la praxis guevarista de manera aislada de la convicción en la necesidad de la organización revolucionaria; no concebimos que pueda afirmarse como vigente la metodología guevarista relativizando a ultranza la necesidad de una organización de vanguardia y de combate adaptada a todas las formas de lucha y que tenga la cuestión del poder y la necesidad de unas relaciones de producción socialistas como el objetivo estratégico. Desde estas afirmaciones estructuraremos la presente aproximación a la figura de Guevara y su accionar revolucionario a lo largo de su lucha y a lo ancho del planeta.

Objetividad y subjetividad; dialéctica de una clave a resolver de manera revolucionaria.

Nuestra comarca y el continente todo, desde su esencia indo-afro-americana, se encuentran, hoy, ahora, en una situación de explotación y expoliación de los recursos naturales y humanos a escala nunca vista; el tiempo histórico que recorrió Guevara mostraba una relación entre lo económico, lo social y lo político de características particularísimas aunque evidentes para los ojos menos advertidos. La década del cincuenta y el sesenta presentaban para América Latina rasgos de ausencia o deterioro de los regímenes políticos burgueses democráticos y una evidente y grosera intervención del imperialismo norteamericano desde la gestión y presencia intervencionista de las empresas yanquis, las embajadas monitoreadas y dirigidas por el departamento de Estado y la omnipresencia de los marines. Hoy y desde la restauración de las formas institucionales de dominación de clase a partir de mediados de los ochenta y en relación con la elaboración teórico-estratégica de carácter proactivo del imperio militar mundial en el marco de los documentos de Santa Fe, no siempre resulta tan obvio (para los ojos de las grandes masas de explotados objetivos) el carácter irracional e injusto de las formas de dominación económica, alienación social y sujeción política que posibilita, desarrolla y acrecienta el actual estado de interrelacionamiento de los regímenes en el continente con la administración norteamericana asentada en Washington pero presente en cada realidad particular. Las formas capitalistas y dependientes que se estructuran desde las economías del continente, junto con las relaciones sociales y la superestructura política, jurídica y cultural predominantes muestran, mal que nos pese, una gigantesca exacerbación de la explotación y una aparente atenuación del conflicto político; esto en la medida que quiera evadirse el hecho de que lo político es lo económico sublimado. La continuación de lo político a otros niveles debería ser el elemento a debatir entre quienes perfilamos a Guevara y su estrategia como paradigmas revolucionarios vigentes en este milenio en ciernes.

En esta línea de razonamiento, y desde la afirmación de la necesidad de generar una ofensiva contra el sistema, es que deseamos e intentaremos analizar algunas rasgos fundamentales de la praxis revolucionaria guevarista, sin desatender algunos aspectos anclados en lo teórico, en lo económico y en lo político; claro está que, tratándose de Guevara, no podremos dejar de visualizar algunas cuestiones desde el punto de vista político-militar. Por estos motivos nos planteamos «repensar» al Che.

¿Contrahegemonía o guerra al sistema?

En esta hora de marcado reflujo, de elucubraciones tendientes a retardar los compromisos, a evadir las responsabilidades y a encubrir insuficiencias, cabe expresar que Ernesto Guevara fue, “confesamente”, un materialista dialéctico. Este cuerpo teórico práctico, herramienta científica de análisis y guía para la acción, ha demostrado a lo largo del desarrollo histórico estar dotado de un potencial inigualable e insuperado en la perspectiva de vertebrar la acción revolucionaria. Hoy día resulta prácticamente imposible negar a Guevara en su estatura de revolucionario, en su capacidad de afrontar los hechos, en su capacidad para –creativamente- abordar problemas complejos a la hora de construir el socialismo y, por cierto, a la hora de ser fiel a las convicciones y poner el pellejo detrás de las palabras. Muchas veces, intencionadamente o de manera idealista, se pretende encubrir o minimizar la importancia cardinal de la convicción ideológica de Guevara, la cual es –a no dudarlo- elemento imprescindible como marco y soporte de su trayectoria. Esta trayectoria está perfilada, sustentada, marcada e impulsada por el pensamiento crítico que proviene (y queremos expresarlo una vez más) del materialesmo dialéctico

No se puede ser ajeno a este hecho a la hora de ver en el Che el arquetipo del revolucionario; no se puede dar la espalda a esta teoría a la hora de elaborar la estrategia de la revolución en nuestras tierras; no se trata de reivindicar vanguardismos, perfiles o matices ni se necesita buscar el ángulo de abordaje desde “ismos” que maticen su postura, su palabra y su acción. No se trata de ser más o menos revolucionario, más o menos leninista, más o menos anarquista, más o menos guevarista.

La cuestión radica en ceñirse a lo dialéctico y aplicarlo al análisis concreto de la situación concreta aceptando y comprendiendo los núcleos “duros” de desarrollo de esta doctrina.

Hoy, cuando se perfilan nuevos ideólogos que “pretenden” alejarse de posiciones revisionistas, observamos que se tejen argucias y se argumentan dicotomías desde presuntos reacomodos pretendidamente teóricos e historiográficos que intentan (aunque claro está, no pueden expresarlo explícitamente) negar la necesidad de la organización, de la violencia revolucionaria, del poder popular y de la necesidad de pautar la lucha por el objetivo socialista asumiendo la generalidad de estos aspectos centrales (ya no de la teoría) de la praxis revolucionaria histórico concreta.

Heterodoxia de la ortodoxia

A la hora de renunciar al posicionamiento revolucionario, los amables teóricos, los hurgadores de bibliotecas y los exhumadores de fracasos tienen siempre a la mano un párrafo excepcional, un argumento brillante, una tesis sostenida por la pureza de los laboratorios. Estas imposturas, infalibles en el terreno de la academia, resbalan por el más gelatinoso de los marasmos a la hora de enfrentar la gris, cruda y vulgar tarea de organizar “la revuelta”.

El cuerpo del pensamiento revolucionario a esta altura del siglo XXI se ha confrontado con la realidad de los triunfos y las derrotas; de los hallazgos y las comprobaciones; de las dudas y las certezas; de las particularidades y las generalidades.

«Dialéctica de la naturaleza», «El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado», «Miseria de la filosofía», «El capital», «El imperialismo, fase superior del capitalismo», «El qué hacer» o «El Estado y la revolución» «Guerra de guerrillas». «Táctica y estrategia», por citar algunos de los textos imprescindibles parecen ser hoy, para algunos aprendices de brujo devenidos en “neo teóricos”, objetos en desuso, vulgaridades del esquematismo revolucionario o piezas de biblioteca.

Está en boga en esta etapa renegar de la revolución en base a un pragmatismo reformista de vuelo ramplón; no nos preocupa, de alguna manera es una forma consecuente (aunque no confesa) del posicionamiento pequeño burgués. Hay sí, y esta forma nos alarma, otra manera de posicionarse en el marco de la lucha de clases en la hora actual. Se convoca, desde diversas vertientes del pensamiento izquierdista y desde diferentes corrientes a nivel internacional o nacional, a posicionarse en orgánicas que reniegan del compromiso de clase, o de la necesidad de la organización política, o de la necesidad de estructuras centralistas y democráticas. Al mismo tiempo se proclama la lucha y se convoca a la pelea. ¿Cómo luchar y desde qué postura de clase? ¿Cómo concentrar el descontento popular sin la herramienta política? ¿Cómo vencer al Estado burgués y su aparato sin una teoría revolucionaria, sin una estrategia, sin táctica y sin organización? Hay quienes proclaman que no se puede; otros proclaman que serán las masas radicalizadas; algunos más profieren que se insurreccionará el pueblo cuando tome conciencia. Los revolucionarios afirmamos que el factor subjetivo de la revolución es la organización revolucionaria.

Vías, métodos y especificidades

Así las cosas cabe preguntarse acerca de la vigencia de la praxis revolucionaria de Ernesto Guevara, acerca del carácter de algunas de sus aportaciones teórico-prácticas en el terreno específico de lo político-militar, en relación con sus trabajos económicos vinculados a la planificación presupuestaria y a sus planteos vinculados a la necesidad de una mayor autonomía del desarrollo económico industrial de la Cuba de los primeros años de revolución. De igual modo cabe preguntarse acerca de la validez de su acción foquista, guerrillerista y militar. Todo análisis objetivo y particular es necesario a la hora de sintetizar y superar dialécticamente las aportaciones de los procesos en los cuales Guevara fue figura destacada.

Lo que nos parece imprescindible y de rigor en tanto revolucionarios es analizar, comprender y aceptar que el Che fue parte de un complejo proceso histórico y social en el que los pueblos y sus organizaciones desarrollaron luchas ancladas en el pensamiento revolucionario a la luz de una teoría, la teoría revolucionaria de la clase obrera, la de la “toma del poder”. Este aspecto, generalidad a considerar en el desarrollo de futuros procesos en nuestro continente, debe ser un elemento clave a atender en cualquier hipótesis seria de trabajo de intención revolucionaria. No es concebible un Guevara desvinculado de un posicionamiento de clase; no es concebible un Guevara disociado de la organización revolucionaria; no es imaginable un Guevara ajeno a las tareas vinculadas con la lucha ideológica, el trabajo organizativo, la planificación estratégica.

QUINO